sábado, 26 de septiembre de 2009

El Pollo

Creció en la escasez y en el trabajo forzado. En un terruño lejano, áspero y sin nombre. Privada de padre y madre, muerto ambos, tuvo que hacerse cargo de sus hermanos menores cuando tan solo tenía 7 años. No conoció el juego, ni los caprichos. Unos tíos la tomaron a ella y a sus dos hermanos. Antes apropiáronse de la pequeña tierra que los progenitores les habían legado.
Los tres dormían en una piezucha improvisada que lindaba con el gallinero. El primer alarido del gallo era su despertar y el cocorocó de las gallinas y el picoteo de los pollos.
Así vivió hasta los doce años, hasta que su tío el que la golpeaba, le informó chascando la lengua: “Che la semana que viene te casás, no hay lugar para vos acá".
Se casó con un tipo 10 años más que ella que la desvirgó a golpes y a azotes. Machucada y sin aliento engendró su primer hijo al que bautizó Juan. Le agradaban los nombres simples, además no conocía muchos más, su paso por la escuela había sido furtivo, apenas si sabía escribir. Juan era el bebé más hermoso del mundo. Sus mejillas blancas, sus manitas marfil y por sobre todo su sonrisa de ángel cautivó el corazón de esa niña madre, con apenas trece años. Fue su predilección. Solo tenía ojos para Juan. El mundo era Juan. Respiraba a través de Juan. Su nombre todo lo era.
El marido frente a tanto amor derramado en el niño no pudo más que amar a su corazón con locura, amar a su mujer como nunca imaginó. Nunca se lo dijo. Mostraba un carácter hosco y fruncido para demostrar su hombría. Así eran los hombres, entonces. No vaya a ser que lo tilden de pollerudo.
El marido era peón de una estancia, pero ese año, después de muerto el estanciero. Cayeron unos hijos extramatrimoniales a reclamar la herencia de su padre. La mujer legítima que se negaba a entregar parte de la herencia a los bastardos, se empecinó a hacerles ADN y no sé cuantas cuestiones judiciales más por lo que casi queda en la calle. La estancia se desmembró en partes. La viuda víctima de la vergüenza huyó del pueblo y los peones quedaron en la calle.
El padre de Juan se hizo changarín para poder sustentar la comida diaria. Ella lavaba ropa y planchaba pero a él eso no le gustaba así que más de una vez descargó a golpes su punto de vista aunque luego lloraba en silencio detrás del ombú, maldiciendo su destino.
Una nochecita, mientras ella le cantaba bajito una canción de cuna, entró su marido. Extrañamente estaba feliz; traía una bolsa en su mano izquierda y dentro un pollo.
-Mira hoy comeremos manjar- le dijo.
-¿De dónde lo sacaste?- preguntó tímidamente ella.
-Sin preguntas, ponelo a cocer- ordenó.
-Los fideos ya están listos, mejor lo hago mañana-
-Quiero comer pollo ahora-insistió.

Sin ganas hizo un muslo y un pedazo de pechuga. La carne estaba dura como si el animal se hubiera resistido a morir. Imágenes extrañas venían a su mente mientras lo cortaba. Alaridos y danzas paganas que no pudo entender. Un retorcijón fuerte en el estómago sintió sin saber qué.
Como pudo, entre arcadas, mareos y colitis, terminó la cocción.
-El pollo está listo-dijo
-¿No te sientas a comer?- preguntó el marido.
-Estoy descompuesta- dijo ella a media lengua con el sudor a flor de piel.

Él comió hasta saciarse, agradeciendo al cielo por tanta dicha y se fue a dormir.
Al otro día la despertó el cuerpo casi helado de su marido. Los labios estaban resecos y los ojos saltones; la piel... era de gallina.
- ¡Qué te pasa José!-
Nunca le decía su nombre pero esta vez quería nombrarlo para sacarlo de la muerte que se lo llevaba.
Las danzas paganas, el pollo, los alaridos, el pollo, los pies descalzos y el pollo se reflejaban en los ojos del moribundo.
-¿De dónde lo sacaste?-indagó ella.
-Lo... encontré... al costado... de la ruta... creí... que... era... un... regalo... de Dios...
-¡Bruto de mierda! ¿ No sabés que Dios no tiene regalos para nosotros?- lo dijo llorando.
-No... - contestó secamente él y entregó su espíritu.

1 comentario:

  1. Como decía mi abuelita, pero le advierto que mi abuelita era una malhablada, así es que no se espante, ella repetía: "Si la mierda fuera dinero, los pobres naceríamos sin culo".

    Salú pue.

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